En el tañer fui una hoja temblando
como un cuerpo, muy encima de las tejas
donde no cuesta
a querubes ni palomas.
Y otras bocas de bronce
pronunciaban un abecedario
que oí de pequeño al agua aplaudida,
al agua que empoza una roca.
¡Fragor en cada lámina!
¡Sacudir de plumas y de polvo!
Nuestras manos
se juntaban en una maza
de arrojar clavos al aire
y una muchedumbre avisada
discurría en las callejuelas sin temor al juicio,
sin temor a ser carne
entre la tachuela y la tabla,
quizá, tras un vidrio chirriante, mancebos
olorosos se batían y rebatían escribiendo
una partitura de alcoba,
o alguien resultó despierto temiendo
ser parte de un sueño.
¡Capilla desentendida de horas y duelos!
Fui sobre una torre
trémula una cuerda tensada
desde el cielo hasta la tierra.
miércoles, 2 de junio de 2010
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