lunes, 24 de agosto de 2009

Con el viudo

Al sentarse en el banco decían sus movimientos:
Yo soy el gran viudo lleno de laureles.
Se rascaba una oreja indicando:
los suspiros de todas las mujeres muertas
anidan aquí.


Como a mí no es tan fácil engañarme pensé:
Por la manera de mover la cabeza
tiene que estar mintiendo.

El expresó que hoy se había vestido
elegante de luto y que lo hacía
para significarse abandonado
porque así parecía lindo y grande.

Y le dije señor usté ha venido
siguiendo sus entierros;
las oropéndolas funerarias lo eximen
de más complicaciones pero no me venga con chistes,
su vestimenta es triste, sí,
pero bastante falsa.

El viudo contestó que la tristeza
no valía por triste sino por la belleza,
por la alta dignidad que implica.
Mire esto.
Y se fue caminando lloroso, de costado,
fingiendo un ala rota,
como dicen que hacen ciertas aves
de los pantanos del Canadá.


Jorge Leónidas Escudero

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