miércoles, 13 de noviembre de 2013

Brotaron los árboles que derribó la tormenta...

Brotaron los árboles que derribó la tormenta,


de la raíz apuñalada en la tierra sangrante
brotó el cuerpo universal y etéreo,
(quizá no lo veamos)
hasta de la leña
de los álamos
brotaron alas verdes
recortadas en sierra, en estrella.
Ya no vale la palabra muerte
y la palabra es un camafeo
para quien la trabaja,
si la palabra viene embebida en mieles
del panal del cráneo hueco,
si la palabra es pintura del insecto,
si la palabra es agua
que chorrea de la boca
hasta tu sexo
brotaron las colas cortadas de los dragones,
brotaron lunares y soles en la galaxia del espejo,
brotó una lágrima del corazón blando
y saliva de la encía seca al probarla los labios
brotaron los árboles que derribó la tormenta,
el claro es bosque y el bosque es claro
donde el aquelarre se oculta entre abrazos de sombra,
donde se esquirla el trino en resina rojiza,
donde duerme el ogro en un ombú vacío
tras un portal de trepadoras, de sierpes, de bejucos...

Brotó la ola del océano profundo,
la música celeste del campanario oxidado,
la nube temporal del tren que se aleja,
el jazmín del cuerpo muerto...

Brotó el agua de la piedra ante la sed de la estrella
y, en el desierto de mis manos, un alfanje tibio.
En él silba el viento, no refleja mis ojos,
es dorado, parece un signo de interrogación,
(brotó la sangre del filoso acero)
una pregunta sangrando por la empuñadura
bajando por el pescuezo del viento...

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