viernes, 7 de junio de 2013

Paisaje - Wisława Szymborska

En el paisaje del antiguo maestro

    los árboles tienen raíces bajo el óleo,

    el sendero conduce de verdad a su final,

    una brizna de hierba sustituye majestuosa a la firma,

    son las cinco de la tarde fidedignas,

    detenido, suave mas firme, el mes de mayo,

    y yo le imito y hago un alto: sí, querido,

    aquella mujer de debajo del fresno soy yo.

    Mira cómo me he alejado de ti,

    qué cofia blanca llevo y qué falda amarilla,

    cómo agarro el canasto para no caer fuera del cuadro,

    cómo paseo por el destino de otro

    y descanso de los secretos vivos.

    Aunque me llames, no te oiré,

    si te oigo, no me giraré,

    y si hiciera ese imposible gesto,

    no reconocerías mi cara.

    Conozco el mundo a seis leguas a la redonda.

    Conozco las hierbas, sé conjurar males.

    Dios aún posa su mirada en mi coronilla.

    Sigo rezando por una muerte no repentina.

    La guerra es un castigo y la paz un premio.

    Los sueños vergonzosos son obra de Satanás.

    Mi alma es tan cierta como el hueso de una ciruela.

    No conozco los juegos del corazón.

    No conozco la desnudez del padre de mis hijos.

    Lejos de mí sospechar que el Cantar de los Cantares

    sea un confuso borrador con tachaduras.

    Cuanto quiero decir está en las frases hechas.

    No abuso de la desesperación porque no es mía,

    sólo la guardo en depósito y por un tiempo entre mis manos.

    Aunque me atajes el camino,

    aunque me mires a los ojos,

    pasaré ante ti bordeando el abismo por una senda no menos angosta que un cabello.

    A la derecha está mi casa que conozco palmo a palmo,

    con la escalera y la puerta de entrada,

    donde acontecen historias aún no pintadas:

    un gato se sube de un salto a un banco,

    un rayo de sol hiere una jarra de estaño,

hay un hombre huesudo sentado a la mesa:

    repara un reloj.


Wisława Szymborska, 1967

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