domingo, 23 de agosto de 2009

Alabanza de Isolda

En vano he intentado
  enseñar a mi alma a doblegarse;
en vano le repito:
“Muchos cantores hay más grandes que tú.” 

Pero viene su respuesta, como vientos y sonidos de laúd,
como vago llamado en la noche
que no me deja descansar, diciendo siempre,
  “Canto, un canto.” 

Sus ecos se entrelazan en el crepúsculo
buscando siempre un canto,
y he aquí que estoy gastado y fatigado
y el vagar por tantos caminos ha hecho que mis ojos sean
como rojos círculos oscuros llenos de polvo.
Y sin embargo tiemblo en el crepúsculo,
y palabritas elfos rojos gritando: “Un canto,”,
palabritas elfos grises exigiendo un canto,
palabritas hojas cafés gritando: “Un canto”,
palabritas hojas verdes pidiendo un canto.
Las palabras son como hojas, viejas hojas oscuras
  en primavera
llevadas por el viento, sin saber a dónde, buscando un canto. 

Palabras blancas como copos de nieve pero son frías.
Palabras musgo, palabras labios, palabras corrientes lentas. 

En vano he intentado
  enseñar a mi alma a doblegarse,
en vano le he insistido:
  “Hay almas más grandes que tú.” 

Porque en la mañana de mis años vino una mujer
llamando como luz de Luna,
como llama la Luna a la marea,
  “Canto, un canto.”

Por lo cual le hice una canción, y me dejó
como al mar deja la Luna
pero seguían viniendo las palabras hojas, palabritas elfos cafés
diciendo: “El alma nos envía.”
  “Canto, un canto!”
Y en vano les gritaba: “Ya no tengo canción
porque aquella que cantaba me ha dejado.” 

Pero mandó mi alma una mujer, una mujer de extraña maravilla,
una mujer como fuego sobre bosques de pinos
  gritando siempre: “Canto, un canto.”
Como llama el fuego a la savia.
Mi canto se incendió con ella, y me dejó
como al rescoldo abandona la llama así fue en busca
  de bosques nuevos
y las palabras estaban conmigo
  gritando siempre: “Canto, un canto.” 

Y yo: “No tengo canto”,
hasta que mi alma envió una mujer como el sol:
sí, como el sol llama a las semillas,
como la primavera sobre las ramas
así es la que viene, la madre de los cantos,
la que tiene en los ojos palabras de maravilla
las palabras, palabritas elfos
  que me llaman siempre,
  “Canto, un canto.”

 En vano he luchado con mi alma
  para enseñarle a doblegarse.
Qué alma se doblega
  cuando te tiene en su corazón?

 
Ezra Pound, Personae, 1908-1910

versión de Isabel Fraire


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