martes, 16 de noviembre de 2010
Glosa
se pasó el bien que me dio
Fortuna, un tiempo no escasa,
y nunca me le volvió,
ni abundante, ni por tasa.
Siglos ha ya que me vees,
Fortuna, puesto a tus pies;
vuélveme a ser venturoso,
que será mi ser dichoso
si mi fue tornase a es.
No quiero otro gusto o gloria,
otra palma o vencimiento,
otro triunfo, otra vitoria,
sino volver al contento
que es pesar en mi memoria.
Si tú me vuelves allá,
Fortuna, templado está
todo el rigor de mi fuego,
y más si este bien es luego,
sin esperar más será.
Cosas imposibles pido,
pues volver el tiempo a ser
después que una vez ha sido,
no hay en la tierra poder
que a tanto se haya estendido.
Corre el tiempo, vuela y va
ligero, y no volverá,
y erraría el que pidiese,
o que el tiempo ya se fuese,
o volviese el tiempo ya.
Vivo en perpleja vida,
ya esperando, ya temiendo:
es muerte muy conocida,
y es mucho mejor muriendo
buscar al dolor salida.
A mí me fuera interés
acabar, mas no lo es,
pues, con discurso mejor,
me da la vida el temor
de lo que será después.
Miguel de Cervantes, Segunda Parte del Ingenioso Caballero Don Quijote de la Mancha
jueves, 22 de julio de 2010
The thing I am
(Borges murió en La Verde, ante las balas)
Ni Acevedo, soñando una batalla,
Ni mi padre, inclinado sobre el libro
O aceptando la muerte en la mañana,
Ni Haslam, descifrando los versículos
De la Escritura, lejos de Northumberland,
Ni Suárez, de la carga de las lanzas.
Soy apenas la sombra que proyectan
Esas íntimas sombras intrincadas.
Soy su memoria, pero soy el otro
Que estuvo, como Dante y como todos
Los hombres, en el raro Paraíso
Y en los muchos Infernos necenarios.
Soy la carne y la cara que no veo.
Soy al cabo del día el resignado
Que dispone de un modo algo distinto
Las voces de la lengua castellana
Para narrar las fábulas que agotan
Lo que se llama la literatura.
Soy el que hojeaba las enciclopedias,
El tardío escolar de sienes blancas
O grises, prisionero de una casa
Llena de libros que no tienen letras
Que en la penumbra escande un temeroso
Hexámetro aprendido junto al Ródano,
El que quiere salvar un orbe que huye
Del fuego y de las aguas de la Ira
Con un poco de Fedro y de Virgilio.
El pasado me acosa con imágenes.
Soy la brusca memoria de la esfera
De Magdeburgo o de dos letras rúnicas
O de un dístico de Angelus Silesius.
Soy el que no conoce otro consuelo
Que recordar el tiempo de la dicha.
Soy a veces la dicha inmerecida.
Soy el que sabe que no es más que un eco,
El que quiere morir enteramente.
Soy acaso el que eres en el sueño.
Soy la cosa que soy. Lo dijo Shakespeare.
Soy lo que sobrevive a los cobardes
Y a los fatuos que han sido.
J. L. Borges, Historia de la Noche, 1977
miércoles, 2 de junio de 2010
Concierto de campanas
como un cuerpo, muy encima de las tejas
donde no cuesta
a querubes ni palomas.
Y otras bocas de bronce
pronunciaban un abecedario
que oí de pequeño al agua aplaudida,
al agua que empoza una roca.
¡Fragor en cada lámina!
¡Sacudir de plumas y de polvo!
Nuestras manos
se juntaban en una maza
de arrojar clavos al aire
y una muchedumbre avisada
discurría en las callejuelas sin temor al juicio,
sin temor a ser carne
entre la tachuela y la tabla,
quizá, tras un vidrio chirriante, mancebos
olorosos se batían y rebatían escribiendo
una partitura de alcoba,
o alguien resultó despierto temiendo
ser parte de un sueño.
¡Capilla desentendida de horas y duelos!
Fui sobre una torre
trémula una cuerda tensada
desde el cielo hasta la tierra.
sábado, 27 de marzo de 2010
Ah, que tú escapes...
en el que ya habías alcanzado tu definición mejor.
Ah, mi amiga, que tú no querías creer
las preguntas de esa estrella recién cortada,
que va mojando sus puntas en otra estrella enemiga.
Ah, si pudiera ser cierto que a la hora del baño,
cuando en una misma agua discursiva
se bañan el inmóvil paisaje y los animales más finos:
antílopes, serpientes de pasos breves, de pasos evaporados,
parecen entre sueños, sin ansias levantar
los más extensos cabellos y el agua más recordada.
Ah, mi amiga, si en el puro mármol de los adioses
hubieras dejado la estatua que nos podía acompañar,
pues el viento, el viento gracioso,
se extiende como un gato para dejarse definir.
José Lezama Lima
miércoles, 24 de marzo de 2010
Mi hijo se encuentra desaparecido...
desaparecido
desde el 8 de mayo
del año pasado.
Lo vinieron a buscar,
sólo por unas horas,
dijeron,
sólo para algunas preguntas
de rutina.
Desde que el auto partió
ese auto sin patente
no hemos podido
saber
nada más
acerca de él.
Ahora cambiaron las cosas.
Hemos sabido por un joven compañero
al que acaban de soltar,
que cinco meses más tarde
lo estaban torturando
en Villa Grimaldi,
que a fines de septiembre
lo seguían interrogando
en la casa colorada
que fue de los Grimaldi.
Dicen que lo reconocieron
por la voz, por los gritos,
dicen.
Quiero que me respondan con franqueza.
Qué época es ésta,
en qué siglo habitamos,
cuál es el nombre
de este país?
Cómo puede ser,
eso les pregunto,
que la alegría de un
padre,
que la felicidad de una
madre,
consista en saber
que a su hijo
lo están
que lo están torturando?
Y presumir por lo tanto
que se encontraba vivo
cinco meses después,
que nuestra máxima
esperanza
sea averiguar
el año entrando
que ocho meses más tarde
seguían con las torturas
y puede, podría, pudiera,
que esté todavía vivo?
Ariel Dorfman, Pruebas al canto, 1980
(publico este texto en conmemoración del 24 de marzo de 1976, día que la dictadura más sangrienta de la historia argentina y latinoamericana se impuso sobre la libertad de nuestra gente y nuestro futuro)
martes, 23 de marzo de 2010
Mediterráneo
que brota de tus bocas cuando se abren
como verdes campanas y se repelen
hacia atrás, disolviéndose.
La casa de mis veranos juveniles
-lo sabes- estaba a tu lado
allá en la tierra donde el sol calcina
y oscurecen el aire los mosquitos.
Hoy como entonces ante ti permanezco
inmóvil, mar, mas no me creo
digno ya de la solemne admonición
de tu aliento. Me dijiste primero
que el pequeño fermento
de mi corazón no era sino un instante
del tuyo, que en el fondo de mí
estaba tu arriesgada ley: ser enorme y diverso
y fijo al mismo tiempo,
para librarme así de toda suciedad,
como tú cuando arrojas a tus playas
entre estrellas de mar, corchos y algas
las inútiles sobras de tu abismo.
Eugenio Montale
miércoles, 17 de febrero de 2010
Un bel morir...
De pie en una barca detenida en medio del río
cuyas aguas pasan en lento remolino
de lodos y raíces,
el misionero bendice la familia del cacique.
Los frutos, las joyas de cristal, los animales, la selva,
reciben los breves signos de la bienaventuranza.
Cuando descienda la mano
habré muerto en mi alcoba
cuyas ventanas vibran al paso del tranvía
y el lechero acudirá en vano por sus botellas vacías.
Para entonces quedará bien poco de nuestra historia,
algunos retratos en desorden,
unas cartas guardadas no sé donde,
lo dicho aquel día al desnudarte en el campo.
Todo irá desvaneciéndose en el olvido
y el grito de un mono,
el manar blancuzco de la savia
por la herida corteza del caucho,
el chapoteo de las aguas contra la quilla en viaje,
serán asunto más memorable que nuestros largos abrazos.
Álvaro Mutis, Los trabajos perdidos, 1965